
Enrique Araya nació el 20 de Marzo de 1914 en Ñorquín, al norte de la Provincia. Cuando cumplió 25 años fue la primera vez que arribó a Zapala en búsqueda de trabajo, junto a sus padrinos que fueron quienes lo criaron.
Una vez en la localidad se afianzó como trabajador en Vialidad, donde permaneció durante mucho tiempo. Además realizó trabajos de albañilería, su vocación. “Trabajé de albañil durante toda mi vida, junto a otros compañeros hicimos el correo nuevo, que nos quedaron debiendo plata”, recuerda Don Enrique.
Sentado en su sillón predilecto, cerca de la estufa, relata como era la localidad en la década del 30: “Las casas estaba del lado viejo, osea que los pocos negocios que habían estaban del otro lado de las vías. Cuando llegué ya estaban los Zingoni, doña Paca, estaban los Sapag y el doctor Burdes. Habían muy poquitas casas, y casi todas eran casas de lata”.
No solo desempeñó su labor en Zapala, sino que también realizó trabajos de albañilería en Plaza Huincul y Las Lajas donde colaboró en la construcción del cuartel de esa localidad. “En el año 77 ya fui techista”, agrega a su relato.
También recuerda sus andanzas en sus épocas de adolescente: “Cuando yo trabajaba acá, a veces salíamos a bailar y a tomar algo. Hacíamos asados, pero no me gustaba mucho la joda”, afirma.
Gracias a su trabajo en Vialidad fue como conoció a su fiel compañera de casi toda la vida, quien hoy es su actual esposa: Isidora Ríos. “La conocí cuando trabaja en Codihue, ella tenía 16 años y una vuelta salimos con sus tíos a sacar leña y yo me le pegué”, cuenta entre risas, las cuales son acompañadas por las carcajadas de su esposa.
“Entonces nos pusimos de novios y nos casamos en Las Lajas. Allá estuvimos 6 años antes de venir a Zapala, y ya teníamos a cuatro de nuestros hijos: Fidel, Olga, Luís y Oscar que era chiquito. Nos vinimos arriba de un camión con todas las cosas”, rememora “El tata Meme”, como lo apodaba uno de sus nietos.
En sus 6 años habitando Codihue, cuidó un rebaño de casi mil ovejas, relata: “Esa era nuestra vida, la vida de campo. Teníamos vacas lecheras, corderos”. Isidora, siempre presente a lo largo de la conversación agrega que fue en medio del campo cuando nació Luís, uno de 11 sus hijos: “Yo estaba embarazada y veníamos a caballo con mi hija Olga envuelta, así que tuve a Luís debajo de un árbol y él lo atendió. Olga aprendió a caminar al lado de un chivito chiquito, se apoyaba en él”, recuerda.
Hincha de Boca, suele mirar los partidos del club de sus amores y escuchar la radio por las mañanas, su compañía mientras riega las plantas o poda los árboles de su vereda.
Afirma que lo que más le gustaba hacer era jugar al truco, pero solo por diversión, ya que no le gustaban las apuestas: “Cuando trabajaba en Vialidad jugábamos a las cartas, al fútbol no me gustaba jugar mucho porque una vez en un partido me pegaron un pelotazo en la panza y desde ahí nunca más”, cuenta a carcajadas Enrique.
“No me queda nada por cumplir, hice todo lo que quería hacer”, afirma en el momento que otro visitante llega a la puerta de su casa para compartir con él en el día de su cumpleaños número 98.
Para finalizar, dejó en claro que cuando llegué a los 100 años sigue en pié el asado prometido para toda la familia. Por este motivo, “Hechos de Zapala” le desea un muy feliz cumpleaños.
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