Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido

Actualidad

Actualidad

Rodrigo Chandia, el zapalino que casi muere ahogado y ahora gana carreras en ambos lados del atlántico

Antes de los quince años su vida corrió peligro en varias oportunidades producto del agua, hoy se dedica a ser guardavidas y además es atleta. Conocé su historia.
Sergio Garro
Por Sergio Garro

La primera vez que casi se ahoga se la contaron, no la recuerda, tenía apenas unos meses. Se puso azul, y su mamá, Silvia, hizo la carrera más rápida de su vida: con Rodrigo en brazos, hacia el hospital. El diagnóstico fue grave; estenosis aórtica. La principal arteria, la que distribuye la sangre del corazón a todo el cuerpo, estaba estrangulada, en resumen: si no lo operaban se moría. Silvia se asustó mucho, su hijo no tenía aún un año, y decidió esperar un poco. Cuando cumplió los 5 ya no había tiempo, cruzaron los dedos e ingresó al quirófano. La operación fue un éxito, pero el médico fue tajante: "No podría hacer deporte nunca más en su vida". O al menos, eso creía el galeno.

La segunda vez fue más literal, casi se ahoga en el agua. Con 11 años, seguía sin hacer ningún deporte, pero al menos ahora lo dejaban ir a la pileta. Se cayó en la parte honda y lo tuvieron que sacar. El episodio no ayudó a que le dejaran practicar más deportes.

La tercera podría ser la vencida, pero, según parece, tiene siete vidas. Con 15 años, probó nadar en el río Limay. Sus aguas que recorren 500 patagónicos kilómetros entre Neuquén y Río Negro, no se preocuparon por un flaquito de cuarenta y pico de kilos. Pero, según Rodrigo, el propio río lo salvó. Primero lo llevó hacía el centro del cauce, "ahí recordé que en esos casos había que relajarse", aflojó su cuerpo y dejó que las aguas hicieran, "no sé cómo, pero el río me devolvió a la costa". Su destino ya estaba sellado, ni la principal arteria del cuerpo, ni la pileta más honda, ni la prepotencia de un río lo habían podido ahogar, no había otra opción: sería guardavidas. "Lo curioso es que al final terminé trabajando en esas mismas playas", se asombra "y, de las mismas aguas, salvo vidas".

Los orígenes

Rodrigo Chandia nació en Zapala, en el corazón de Neuquén, en 1986, cuando la ciudad tenía unos 25.000 zapalinos. Hoy tampoco son muchos más, apenas pasan los 35.000. Y después de un siglo de historia, uno de los hechos más destacados de la ciudad sigue siendo que desde allí despegó -dicen que en 1963-, el primer viaje en avión que cruzó los Andes, a cargo del teniente aviador Luis Candelaria. Pero volvamos a Rodrigo y la otra gran contradicción en su vida.

Primero, el destino quiso ahogarlo tres veces, no pudo, y terminó como guardavidas. Luego, por indicación médica, se le prohibió toda actividad deportiva. "Y que ni se le ocurra competir", aseguran que sentenció, con seño fruncido, el doctor. Durante toda la escuela primaria, vio la clase de educación física sentado. Recién al empezar la secundaria recibió su primera bicicleta y torció el destino.

"Empecé a entrenar a escondidas de mi mamá", revela. Silvia trabajaba limpiando casas y cuando se iba por la tarde, Rodrigo dejaba de lado los cuadernos, se ponía las calzas y salía a pedalear con los más grandes. Ese niño miraba la vidriera de la bicicletería y soñaba con mejorar su rodado. Aún hoy recuerda las palabras del dueño: "Ningún gran corredor se hizo grande por la bicicleta, sino por entrenar". Desde ahí entendió el secreto del éxito deportivo: entrenar.

"Pero después de tanto entrenar, yo quería competir", cuenta Chandia, aunque en realidad, no llevaba más que un mes y a los 12 años eso parece mucho. Entonces cuando anunciaron una carrera de ciclismo en Zapala, pero, con lógica organizativa, para competir con 12 años, necesitaba una autorización escrita de sus padres, que para esta altura del relato, ya se supone improbable. "Por suerte me salió muy bien la firma de mamá", confiesa y sonríe al recordar con qué orgullo volvió a su casa a mostrarle el trofeo del segundo puesto a su madre. "Al principio se enojó por todo lo que le oculté, pero después largó la risa", señala. Así, Rodrigo siguió sumando entrenos y trofeos con las dos ruedas, a lo largo de toda la secundaria, hasta llegar a los campeonatos nacionales. Al terminar la escuela y elegir una carrera, no dudó, ¿adivinan? Profesorado de educación física.

Salir al mundo

Al título de profesor de educación física, le sumó el de guardavidas y el de entrenador IAAF de atletismo. Con eso en el bolso y no mucho más, salió a conocer el mundo fuera de Zapala.

La bici ya había quedado atrás, ahora su pasión era correr. "No importa qué tan agotado esté el cuerpo, disfruto cada zancada", reflexiona. Es que, a veces también se cansa. A las 7 de la mañana ya está haciendo el primer turno de trote -el más intenso-, luego se va al mar, al río o a la pileta a cuidar que nadie se ahogue. A la tarde también trabaja un poco como profe y procura que ningún chico se quede sentado mirando (como le pasó a él), y a la noche hace un trote suave. "Es complicado, no imposible, se puede igual", afirma.

No sólo corre para ganar carreras o bajar sus marcas, que a esta altura ya se estarán preguntando cuáles son: tiene 31m56s en 10k en las calles de Madrid, sí, es rápido. También corre atrás del verano. Trabaja toda la temporada de calor en la comarca de Viedma-Patagones, y para cuando las oscuras golondrinas parten del hemisferio sur, Chandia emigra hacia el verano europeo, a trabajar en la temporada española (claro, por eso hizo la marca en Madrid), principalmente en pileta. Sobre el final, unas semanas más en las calas del mediterráneo. "Hace tiempo que no paso frío", dice entre risas.

¿Qué será mejor, ganar una carrera o sacar a alguien del agua? "Sin ninguna duda, hacer un rescate; podría ser tu mamá o tu hermano", así lo entiende Rodrigo.

El futuro

Gana carreras, saca gente del agua, las chicas le piden una foto, parece la vida que todos queremos. "Pero tengo que encontrar un lugar fijo", explica. Y añade: "Quiero mejorar mis marcas, y para eso necesito un buen entrenador y un grupo de atletas. Mi gran pasión es el atletismo y sueño con ser un buen maratonista". El tiempo corre dentro y fuera de la pista, "me quedan uno o a lo sumo dos ciclos de 4 años", precisa y no quiere quedarse con la duda de hasta dónde puede llegar. "Para eso el mejor lugar es España, no sólo para crecer como atleta, sino como entrenador", indica. Pero al final la tierra tira "luego volvería a mi país a volcar todo los aprendido; hay muchísimo por hacer con los chicos en la pista". Así lo sueña Rodrigo.

Confiesa que el mar llegó a asustarlo, reconoce la gran responsabilidad de su trabajo. Pero ¿qué lo pone más nervioso, un salvataje o una carrera importante? "En el agua tengo que ser el más calmo, para nervioso ya está la víctima", pero en tierra firme es distinto: "En cambio antes de una gran carrera, estoy mucho, mucho más nervioso".

Fuente: Cancha Llena.

Compartinos tu opinión

Te puede interesar

Teclas de acceso